LOS años sesentas, además de las novedades políticas (la revolución cubana, por ejemplo), o la consagración del rock como fenómeno cultural masivo, más la irrupción masificada de las drogas y la liberación sexual en las puritanas sociedades de economía avanzada, también fueron los años de la aparición de movimientos de renovación absolutamente inéditos en la cinematografía mundial.
En Europa, la nouvelle vague con Godard a la cabeza, implantó la presencia del realizador como único autor del film y, por lo tanto, con la absoluta libertad de creación. A bout de souffle o la terrible Week end, del mismo Godard, y la cien veces amada Jules et Jim de Truffaut fueron resultado de esta visión iconoclasta y renovadora. También, en Inglaterra, Tony Richardson y Karel Reisz (que, además, nos dejó una monumental Técnica del Montaje) crean el Free cinema: el cine de los 'angry youg men', antiindustrial y de rostro humano, en blanco y negro, con cámaras en mano: las fraternas Bolex de 16mm. Era un nuevo lenguaje y una nueva estética para una época nueva, llena de ilusiones...
Los jóvenes latinoamericanos (de entonces) pudimos acceder a estas obras, aunque de forma harto incompleta y, hasta a veces clandestina: proyecciones en los cineclubes o en salas y patios de algunas universidades, pues los circuitos comerciales apenas si dejaban espacio para estas nuevas obras...¡y qué decir cuando aparecieron los documentales o largos que empezaban a crearse en Cuba, Argentina, Bolivia o Brasil!
Recordar, precisamente, a ese cine latinoamericano, nos obliga a repensar, especial y necesariamente, en dos personalidades cuyas obras marcaron nuestra época dejando una poderosa huella intelectual e ideológica: Fernado Solanas y Glauber Rocha.
Es curioso que, casi a medio siglo de este cine de los sesentas, en Latinoamérica, a los cineastas europeos se les sigue venerando y se les recuerda y sus obras se visionan en todas las salas de arte y/o cinematecas. En cambio, La hora de los hornos -por ejemplo- de Solanas y Getino, o Tierra en trance de Glauber, casi por obligación y hasta con cierto aire de verguenza, se exhiben, de vez en cuando, en uno que otro 'festival'. ¡Y para qué preguntarse sobre la flagrante proscripción absoluta de la obra documental de Santiago Alvarez, testimonio estético e histórico de los primeros años del proceso revolucionario de Cuba!
Pero, Fernando Solanas y Glauber Rocha nos dejaron algo más que bellos y revolucionarios filmes; su legado incluye algo muy importante: su pensamiento. Solanas (¿aún vive?), recordamos, escribió un libro (Cine, cultura y descolonización) y el bahiano, vomitó (desde su alma) profundos manifiestos y cartas. Sus obras y sus personas, demás está decirlo, fueron implacablemente satanizados por lo cultos de derecha y los incultos de la izquierda . (Yo me temo que, por lo menos en el Perú, tuvieron éxito: la prueba es nuestro "cine nacional": cine de castrados, sin ideología ni estética propias, obnubilados por sueños idiotas. Me imagino que, para ellos, fue procreado ese insuperable peruanismo:¡Chollywood! ).
A quienes -entre mis desocupados pero cultos lectores- pudiera habérseles despertado la curiosidad, les transcribo dos breves párrafos escritos por estos cineastas, que, quizá, podrán dar un perfil más acertado de ellos, mucho mejor, por cierto, que mis parcializados y deleznables conceptos anteriores.
"Cine político es el de Lumiére y el de Griffith, el de Chaplin y el de Grierson, el de Eisenstein y el de Jerry Lewis, el de Glauber Rocha y el de Jacopetti. Todo género cinematográfico, sea el que corresponde a la comedia rosa o el que se enrola en el drama épico, el policial o el documental, están concebidos y determinados por una concepción ideológica siempre definible, y cuya proyección política escala las más de las veces a la propia conciencia del autor." (Cine, cultura y descolonización, Solanas y Getino).
"El sueño es el único derecho que no se puede prohibir. La estética del hambre era la medida de mi comprensión racional de la pobreza en 1965. Hoy me niego a hablar de cualquier estética. La plena vivencia no puede sujetarse a conceptos filosóficos. El arte revolucionario debe ser una magia capaz de embrujar al hombre a tal punto que él no soporte más vivir en esta realidad absurda". (Estética del sueño. Glauber Rocha).
Ya entrados los setentas, finamente ejecutados Malcolm X, Luther King, Ernesto Guevara, y hasta el ingenuo John Kennedy, nos dimos cuenta de que, no solo en la política sino también en el soñado cine -como siempre-, el sistema había resistido: a algunos -los europeos- se los engulló y, a otros -los tercermundistas- los trituró. (Aquí, en el Perú, un joven poeta, loco por el cine, no tuvo miedo de morir -acribillado- "entre pájaros y árboles"). Nosotros, los 'espectadores', simplemente -ya nos delató Fanon- : o fuimos cobardes o fuimos traidores.
Y pensar, pensar que...¡nos habíamos ilusionado tanto!
oct. 22,07.
En Europa, la nouvelle vague con Godard a la cabeza, implantó la presencia del realizador como único autor del film y, por lo tanto, con la absoluta libertad de creación. A bout de souffle o la terrible Week end, del mismo Godard, y la cien veces amada Jules et Jim de Truffaut fueron resultado de esta visión iconoclasta y renovadora. También, en Inglaterra, Tony Richardson y Karel Reisz (que, además, nos dejó una monumental Técnica del Montaje) crean el Free cinema: el cine de los 'angry youg men', antiindustrial y de rostro humano, en blanco y negro, con cámaras en mano: las fraternas Bolex de 16mm. Era un nuevo lenguaje y una nueva estética para una época nueva, llena de ilusiones...
Los jóvenes latinoamericanos (de entonces) pudimos acceder a estas obras, aunque de forma harto incompleta y, hasta a veces clandestina: proyecciones en los cineclubes o en salas y patios de algunas universidades, pues los circuitos comerciales apenas si dejaban espacio para estas nuevas obras...¡y qué decir cuando aparecieron los documentales o largos que empezaban a crearse en Cuba, Argentina, Bolivia o Brasil!
Recordar, precisamente, a ese cine latinoamericano, nos obliga a repensar, especial y necesariamente, en dos personalidades cuyas obras marcaron nuestra época dejando una poderosa huella intelectual e ideológica: Fernado Solanas y Glauber Rocha.
Es curioso que, casi a medio siglo de este cine de los sesentas, en Latinoamérica, a los cineastas europeos se les sigue venerando y se les recuerda y sus obras se visionan en todas las salas de arte y/o cinematecas. En cambio, La hora de los hornos -por ejemplo- de Solanas y Getino, o Tierra en trance de Glauber, casi por obligación y hasta con cierto aire de verguenza, se exhiben, de vez en cuando, en uno que otro 'festival'. ¡Y para qué preguntarse sobre la flagrante proscripción absoluta de la obra documental de Santiago Alvarez, testimonio estético e histórico de los primeros años del proceso revolucionario de Cuba!
Pero, Fernando Solanas y Glauber Rocha nos dejaron algo más que bellos y revolucionarios filmes; su legado incluye algo muy importante: su pensamiento. Solanas (¿aún vive?), recordamos, escribió un libro (Cine, cultura y descolonización) y el bahiano, vomitó (desde su alma) profundos manifiestos y cartas. Sus obras y sus personas, demás está decirlo, fueron implacablemente satanizados por lo cultos de derecha y los incultos de la izquierda . (Yo me temo que, por lo menos en el Perú, tuvieron éxito: la prueba es nuestro "cine nacional": cine de castrados, sin ideología ni estética propias, obnubilados por sueños idiotas. Me imagino que, para ellos, fue procreado ese insuperable peruanismo:¡Chollywood! ).
A quienes -entre mis desocupados pero cultos lectores- pudiera habérseles despertado la curiosidad, les transcribo dos breves párrafos escritos por estos cineastas, que, quizá, podrán dar un perfil más acertado de ellos, mucho mejor, por cierto, que mis parcializados y deleznables conceptos anteriores.
"Cine político es el de Lumiére y el de Griffith, el de Chaplin y el de Grierson, el de Eisenstein y el de Jerry Lewis, el de Glauber Rocha y el de Jacopetti. Todo género cinematográfico, sea el que corresponde a la comedia rosa o el que se enrola en el drama épico, el policial o el documental, están concebidos y determinados por una concepción ideológica siempre definible, y cuya proyección política escala las más de las veces a la propia conciencia del autor." (Cine, cultura y descolonización, Solanas y Getino).
"El sueño es el único derecho que no se puede prohibir. La estética del hambre era la medida de mi comprensión racional de la pobreza en 1965. Hoy me niego a hablar de cualquier estética. La plena vivencia no puede sujetarse a conceptos filosóficos. El arte revolucionario debe ser una magia capaz de embrujar al hombre a tal punto que él no soporte más vivir en esta realidad absurda". (Estética del sueño. Glauber Rocha).
Ya entrados los setentas, finamente ejecutados Malcolm X, Luther King, Ernesto Guevara, y hasta el ingenuo John Kennedy, nos dimos cuenta de que, no solo en la política sino también en el soñado cine -como siempre-, el sistema había resistido: a algunos -los europeos- se los engulló y, a otros -los tercermundistas- los trituró. (Aquí, en el Perú, un joven poeta, loco por el cine, no tuvo miedo de morir -acribillado- "entre pájaros y árboles"). Nosotros, los 'espectadores', simplemente -ya nos delató Fanon- : o fuimos cobardes o fuimos traidores.
Y pensar, pensar que...¡nos habíamos ilusionado tanto!
oct. 22,07.