lunes, 17 de septiembre de 2007

Nos habíamos ilusionado tanto.

LOS años sesentas, además de las novedades políticas (la revolución cubana, por ejemplo), o la consagración del rock como fenómeno cultural masivo, más la irrupción masificada de las drogas y la liberación sexual en las puritanas sociedades de economía avanzada, también fueron los años de la aparición de movimientos de renovación absolutamente inéditos en la cinematografía mundial.
En Europa, la
nouvelle vague con Godard a la cabeza, implantó la presencia del realizador como único autor del film y, por lo tanto, con la absoluta libertad de creación. A bout de souffle o la terrible Week end, del mismo Godard, y la cien veces amada Jules et Jim de Truffaut fueron resultado de esta visión iconoclasta y renovadora. También, en Inglaterra, Tony Richardson y Karel Reisz (que, además, nos dejó una monumental Técnica del Montaje) crean el Free cinema: el cine de los 'angry youg men', antiindustrial y de rostro humano, en blanco y negro, con cámaras en mano: las fraternas Bolex de 16mm. Era un nuevo lenguaje y una nueva estética para una época nueva, llena de ilusiones...
Los jóvenes latinoamericanos (de entonces) pudimos acceder a estas obras, aunque de forma harto incompleta y, hasta a veces clandestina: proyecciones en los cineclubes o en salas y patios de algunas universidades, pues los circuitos comerciales apenas si dejaban espacio para estas nuevas obras...¡y qué decir cuando aparecieron los documentales o largos que empezaban a crearse en Cuba, Argentina, Bolivia o Brasil!
Recordar, precisamente, a ese cine latinoamericano, nos obliga a repensar, especial y necesariamente, en dos personalidades cuyas obras marcaron nuestra época dejando una poderosa huella intelectual e ideológica: Fernado Solanas y Glauber Rocha.
Es curioso que, casi a medio siglo de este cine de los sesentas, en Latinoamérica, a los cineastas europeos se les sigue venerando y se les recuerda y sus obras se visionan en todas las salas de arte y/o cinematecas. En cambio,
La hora de los hornos -por ejemplo- de Solanas y Getino, o Tierra en trance de Glauber, casi por obligación y hasta con cierto aire de verguenza, se exhiben, de vez en cuando, en uno que otro 'festival'. ¡Y para qué preguntarse sobre la flagrante proscripción absoluta de la obra documental de Santiago Alvarez, testimonio estético e histórico de los primeros años del proceso revolucionario de Cuba!
Pero, Fernando Solanas y Glauber Rocha nos dejaron algo más que bellos y revolucionarios filmes; su legado incluye algo muy importante: su pensamiento. Solanas (¿aún vive?), recordamos, escribió un libro (
Cine, cultura y descolonización) y el bahiano, vomitó (desde su alma) profundos manifiestos y cartas. Sus obras y sus personas, demás está decirlo, fueron implacablemente satanizados por lo cultos de derecha y los incultos de la izquierda . (Yo me temo que, por lo menos en el Perú, tuvieron éxito: la prueba es nuestro "cine nacional": cine de castrados, sin ideología ni estética propias, obnubilados por sueños idiotas. Me imagino que, para ellos, fue procreado ese insuperable peruanismo:¡Chollywood! ).

A quienes -entre mis desocupados pero cultos lectores- pudiera habérseles despertado la curiosidad, les transcribo dos breves párrafos escritos por estos cineastas, que, quizá, podrán dar un perfil más acertado de ellos, mucho mejor, por cierto, que mis parcializados y deleznables conceptos anteriores.

"Cine político es el de Lumiére y el de Griffith, el de Chaplin y el de Grierson, el de Eisenstein y el de Jerry Lewis, el de Glauber Rocha y el de Jacopetti. Todo género cinematográfico, sea el que corresponde a la comedia rosa o el que se enrola en el drama épico, el policial o el documental, están concebidos y determinados por una concepción ideológica siempre definible, y cuya proyección política escala las más de las veces a la propia conciencia del autor." (Cine, cultura y descolonización, Solanas y Getino).

"El sueño es el único derecho que no se puede prohibir. La estética del hambre era la medida de mi comprensión racional de la pobreza en 1965. Hoy me niego a hablar de cualquier estética. La plena vivencia no puede sujetarse a conceptos filosóficos. El arte revolucionario debe ser una magia capaz de embrujar al hombre a tal punto que él no soporte más vivir en esta realidad absurda". (Estética del sueño. Glauber Rocha).

Ya entrados los setentas, finamente ejecutados Malcolm X, Luther King, Ernesto Guevara, y hasta el ingenuo John Kennedy, nos dimos cuenta de que, no solo en la política sino también en el soñado cine -como siempre-, el sistema había resistido: a algunos -los europeos- se los engulló y, a otros -los tercermundistas- los trituró. (Aquí, en el Perú, un joven poeta, loco por el cine, no tuvo miedo de morir -acribillado- "entre pájaros y árboles"). Nosotros, los 'espectadores', simplemente -ya nos delató Fanon- : o fuimos cobardes o fuimos traidores.

Y pensar, pensar que...¡nos habíamos ilusionado tanto!

oct. 22,07.













miércoles, 5 de septiembre de 2007

Más bestias, menos animales...


El periodista César Hildebrandt -tan apreciado, tan despreciado- publicó dias atrás un artículo en el que protestaba, con esa acidez muy propia de él, por unas fotos exhibidas en la página taurina del diario El Comercio de Lima (24 de agosto). Era un toro que observa a su matarife, instantes antes de ser ejecutado, al igual que otro ya destazado, y que, según el escribidor eran las más repugnantes vistas en toda su vida de periodista. La muerte de las 'bestias' llamadas toros son motivo de fiesta, desde siempre, para los señoritos dueños de este periódico: eso lo sabemos todos y, claro, si al camal del Rímac le llaman 'Plaza' y la admiran, y a la tortura y muerte del toro le llaman 'Arte' y le aplauden, ¿por que habría de extrañarle a Hildebrandt, o a nadie, que anden publicando estas fotos?

Centenaria es la discusión entre las bestias que defienden las corridas y los necios que las condenamos porque amamos a los animales. Entrar en detalles sería más que ocioso y, además, nadie convencería a nadie.
Afortunadamente son ya muy pocos los lugares en el mundo donde se celebra "tan bárbara e inhumana cosa" como le llamaba don Lope de Vega a la "fiesta bruta" de España.
Y, afortunadamente también, conforme avanza el conocimiento y la investigación, el trato -por siglos de atroz injusticia- dado a los animales es cada vez más humano(o mejor, menos inhumano). Los zoocidios -innúmeros, milenarios, siempre impunes-, cometidos contra nuestra hermana especie animal ya van quedando en el negro archivo de la historia de la humanidad. Especies extinguidas o acorraladas y, otras aún, en vias de desaparición, son mudas testigas de ello: ya sabemos que les quedan pocos años de existencia a los chimpancés y a los elefantes en Africa, a la Ballena Azul y al Jaguar y al Oso Hormiguero en América; a los Orangutanes (¡primos hermanos nuestros!), Nutrias y Pandas Gigantes en Asia. No nos engañemos, no podrán salvarse, porque nadie quiere salvarlos...
¡Qué cierta y justa esa dolida y poco recordada frase de Schopenhauer!: "El hombre ha convertido a la Tierra en el infierno de los animales". El filósofo alemán -profundo conocedor de la mente y la conducta humana- amaba entrañablemente a los animales y, en especial a los maravillosos perros, cuya fiel compañía disfrutó hasta el último de sus días.
Allá por 1,900, un valiente desenmascarador de El Comercio de entonces, el inigualable pensador peruano Manuel Gonzáles Prada, escribió en su Horas de Lucha este bello sarcasmo: "Guardémonos del individuo que nunca tuvo un perro..."

Por cierto, alguna vez escuché a César Hildebrandt decir, muy seriamente, que él conversaba con su perro. Yo le creo, pero le podría contar, también muy serio, que al mío, yo no le converso, más bien le escucho...y aprendo.

setiembre 5, 07.