El mejor juzgador de los hombres es el Tiempo.
La dinámica temporal logra, infaliblemente, que las conductas o las obras humanas sean visualizadas en su verdadera dimensión; el Tiempo es el acerado filtro de las pasiones, el infalible decantador de los odios o los amores, el procaz desnudador de los ropajes y oropeles. El tiempo es, en fin, el gran testigo de cargo de las almas muertas (con perdón de los que creen en la inmortalidad de las mismas).
El Tiempo ha condenado nombres de personajes que, en su periodo de terrena existencia, gozaron del poder o la fama, pero también ha reinvindicado la grandeza de otros seres que pasaron por este mundo sin recibir los halagos y satisfacciones que por su pensamiento u obra bien se los merecían.
Quizás por ello, Passolini -gran cineasta, mejor poeta- insistía que la vida de un hombre es idéntica a la de un filme: sólo al concluir el montaje (la muerte) se le puede valorar. Pegado el último pie de película, exhalado el último suspiro, no habrá tiempo para más, y recién entonces, ese filme o esa vida tendrán sentido. Concluída la vida, montada la película, ya no existe, en absoluto, el Tiempo. Queda apenas la fría imagen , la infiel memoria.
Siendo así entonces, como lo es, y pensando con toda lealtad: ¿a qué ser inteligente, le puede interesar esa estupidez llamada inmortalidad?
Siendo así, como es: la infinita suma de nuestras finitas vidas, sólo él, el Tiempo, es Inmortal.
feb, 15.
lunes, 21 de enero de 2008
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1 comentario:
en esto tienes mucha razon,nadie puede con el tiempo.Nadie Directorio web SEO
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